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¡Prepárate! ¡Listo! ¡Ya!
Padre Javier Leoz
Lc
1, 39.45
1.-
No esperaba Isabel, la llegada de María. Quién sabe, si muchos
hombres y mujeres, en esta próxima noche en la que el Señor
amanecerá en la tierra, no tendrán interés alguno ni en que llegue,
ni en saber el cómo ni porque llegó.
Santa Isabel, nos pregunta ¿Quién eres tú para que el Señor te
visite? ¿Qué tiene de especial la tierra, para que Dios se rebaje
tanto? ¿Qué encuentra Dios en el hombre, para humillarse de tal
manera?
Tiene la necesidad de recuperarlo. De compartir con él su gran amor;
de brindar su ser Dios y Padre.
¡Bendita Tú entre las mujeres! Fue el grito espontáneo de Isabel a
María. Nosotros, en la antesala de la Navidad, con el “niño de la
fe” que se mueve en nuestras entrañas, también hemos de piropear a
la Virgen: ¡Bendita tú por siempre, María!
El encuentro de María con Isabel no ha quedado perdido en el
espacio, ni en Ein Karem, ni por supuesto en el tiempo. Hoy, aquí y
ahora, María se encuentra con nosotros para ayudarnos a descubrir el
tesoro de la fe que, por lo que sea, puede estar oscurecido o
demasiado escondido.
Hoy, como entonces, María se ha puesto en camino. Y, en este domingo
IV de adviento, nos ayuda a alegrarnos por lo que está por venir;
por lo que está por pasar; por lo que, Ella, ha sabido guardar y
hacer crecer en los entresijos de Madre.
Si dos mujeres celebraron la gloria del Señor ¡cómo no celebrarlo
nosotros en estas horas previas al anochecer más divino del año!
Si dos mujeres se abrazaron y se fundieron en un mismo Dios ¡cómo no
abrazarnos nosotros y proclamar, con villancicos y con cantos, que
el Señor es lo más grande que tenemos! ¡Lo más magnánimo que nos
puede ocurrir! ¡Lo más colosal que nos puede pasar!
2.- En el día de la Inmaculada, María era la esclava del Señor. En
este IV Domingo de Adviento, se alegra, salta de gozo, irradia
alegría, contagia amor de madre porque se siente amada, poseída
y….Madre de Dios. ¿Seremos capaces nosotros de manifestar lo que el
corazón siente respecto a Dios? ¿Sentimos algo por El? ¿Sale, en voz
nítida y franca, una loa sincera a María ¡bendita Tú entre todas las
mujeres?
Hermanos. Estamos quemando el último cartucho de este tiempo de
adviento. ¡Ojala nuestra vida interior crezca y se sensibilice, de
tal manera en estos momentos, que el encuentro con María y con
Isabel, nos ponga en movimiento hacia Belén!
No dejemos para el final el encuentro con Jesús. Hoy, nuestro abrazo
con María, simboliza la esperanza de un pueblo que espera en Dios,
que mira a Dios, que vuelve sus ojos al cielo, que desea salvación,
que añora una paz que por nosotros mismos somos incapaces de
alcanzar.
Así es, hermanos. Isabel es todo aquel creyente, toda aquella
creyente, que sabe que en los que nos visitan viene el mismo Dios.
Isabel es aquel que disfruta cuando, un sexto sentido, percibe que
un ALGUIEN llega para dar más esplendor a nuestra existencia.
Isabel es aquella, que con humildad se siente agraciado/a con la
mejor lotería que un ser humano puede esperar: el número de la
felicidad, el número del amor que nos trae Dios en la apariencia de
un niño.
¿Quiénes somos nosotros para que nos visite la Madre del Señor? ¿Qué
somos para que Dios haga tanto y arriesgue tanto?
Simplemente que somos importantes para El. Que disfruta con nuestras
travesuras y que, una vez más, se desliza por el tobogán de la
Navidad para que lo sepamos recoger con los brazos de la fe.
¡Prepárate! ¡Listo! ¡Ya! Dios está a la puerta! ¡Feliz encuentro con
María que, en sus entrañas, nos trae tan Buena Noticia!
Fuente:
autorescatolicos.org
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