Anuncio del nacimiento de Jesús

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 Lc 1, 26-38

Anuncio del nacimiento de Jesús. En este anuncio, paralelo al anterior, abandonamos el marco solemne del templo y nos trasladamos a un pequeño lugar de Galilea. La salvación de Dios llega desde un lugar humilde, fuera de las grandes instituciones religiosas de Israel. Jesús es descrito, sin embargo, con los rasgos del Mesías del Antiguo Testamento (Is 7,14; 9,6; 2 Sm 7,14-16) y como Hijo de Dios, o su equivalente Hijo del Altísimo, un título con el que Lucas quiere describir la relación misteriosa que le une al Padre. Relación que, según Lucas, existe desde su nacimiento por obra del Espíritu. Lucas estructura su evangelio de la infancia en torno a la figura de María, mientras que Mateo lo centra en José. María es presentada por Lucas como prometida de José. Pero esta promesa, o esponsales, era considerada por la ley de Israel como un contrato solemne. Sin embargo la pareja no vivía bajo el mismo techo hasta que se realizaba la boda, según la costumbre, un año después de los esponsales, lo cual explica la pregunta de María en Lc 1,34. A pesar de la importancia de María en el evangelio de la infancia de Lucas, es José el que entronca a Jesús con la familia de David (Lc 1,27), cumpliéndose así el propósito general de la esperanza mesiánica: un descendiente de David sería el Mesías de Israel. Y aunque María no pide ningún signo, como hizo Zacarías (Lc 1,18), se le da una garantía de la autenticidad del mensaje: su parienta Isabel, que era estéril, va a dar a luz un hijo. Las palabras del ángel concluyen con el mismo mensaje que recibieron Abrahán y Sara cuando dudaron de la noticia del nacimiento de su hijo (Lc 1,37; ver Gn 18,14).

Todo es obra del Espíritu a quien Lucas mismo describe, mediante la ley del paralelismo, como el poder o la fuerza de Dios (Lc 1,35). Nos encontramos aquí con un tema que se remonta al Antiguo Testamento. El Espíritu de Dios ya estaba presente con su fuerza en Gn 1,2 para realizar la gran obra de la creación. Aquí, ese mismo poder, se hace de nuevo presente en el momento en que se inicia la nueva creación en la que María, con su obediencia a la palabra de Dios, se nos presenta como prototipo ideal del creyente.


Fuente: lacasadelabiblia.es