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El niño perdido y hallado en el templo
Autor:
Lucas 2, 41-52
Celebramos
hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Los textos de la liturgia hacen
referencia a temas familiares. En la primera lectura, tomada del
libro del Eclesiástico, escuchamos los consejos que un hombre, Ben
Sirac, que vivió varios siglos antes de Jesucristo, da a sus hijos.
El respeto y la veneración de éstos hacia sus padres es cosa
agradable a los ojos de Dios, que éste no dejará sin recompensa. Los
hijos que veneren a sus padres serán venerados a su vez por sus
propios hijos. Todo estos consejos, aún conservando hoy plena
validez, parecen insuficientes, puesto que están dados desde una
mentalidad estrictamente rural, en donde otros aspectos de la vida
familiar no son tenidos en cuenta. No sólo importa hablar hoy del
respeto que los hijos deber a los padres, sino de la actitud de
éstos con relación a los hijos. Esta insuficiencia resulta
particularmente notable en momentos como los actuales, cuando la
familia tiene planteados problemas de pérdida de sus funciones.
Desde una perspectiva cristiana, la familia continúa teniendo una
función insustituible: ser una comunidad de amor en donde los que la
integran puedan abrirse a los demás con una total sinceridad y
confianza. Dejando aparte los consejos que en último lugar da San
Pablo, y que son puramente circunstanciales y muy ligados a las
costumbres y mentalidad de la época, la exhortación a la
mansedumbre, a la paciencia, al perdón y, sobre todo, al amor, es
algo realmente básico para la familia de nuestro tiempo.
El evangelio de Lucas en el que se nos cuenta la pérdida del niño
Jesús en el Templo, fue escrito probablemente unos cincuenta años
después de este suceso. Doce años es, aproximadamente, la época en
que los niños comienzan a sentirse independientes. Para Lucas, esta
primera subida de Jesús a Jerusalén es el presagio de su subida
pascual y por ello, estos acontecimientos hay que leerlos a la luz
de la muerte y resurrección del Señor.
La sabiduría de Cristo ha consistido para Lucas en entregarse desde
su joven edad “a su Padre”, sin que esto quiera decir que supiera ya
adónde le llevaría esa entrega. Pero en ella va incluida ciertamente
la decisión de anteponer su cumplimiento a toda otra consideración.
Sus padres no tienen aún esa sabiduría. María parece que llega a
presentirla. Pero, de todas formas, respetan ya en su hijo una
vocación que trasciende el medio familiar. Y esto es algo muy
valioso para cada una de nuestras familias. La educación de los
hijos tiene que comenzar por una actitud de sincero respeto. Si no,
es imposible que surja la compresión y el amor.
Pablo da algunos consejos para la convivencia con otros. Se requiere
humildad, acogida mutua, paciencia. Y si fuese necesario, perdonar.
Así procede Dios con nosotros. Su actitud debe ser el modelo de la
nuestra (v.12-13). Pero, “por encima de todo”, está el amor, de Él
tenemos que revestirnos, dice Pablo empleando una metáfora frecuente
en sus cartas (v.14). De este modo “la paz de Cristo” presidirá en
nuestros corazones (v.15).
Si el amor es el vínculo que une a las personas, la paz se irá
construyendo en un proceso, los desencuentros irán desapareciendo
(los enfrentamientos también) y las relaciones se harán cada vez más
trasparentes. En el marco de la familia humana, esos lazos son
detallados en el texto del Eclesiástico (3,3-17).
La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario. En cuanto
creyentes, María y José maduran su fe en medio de perplejidades,
angustias y gozos. Las cosas se harán paulatinamente más claras.
Lucas hace notar que María “conservaba todas las cosas en su
corazón” (v. 51). La meditación de María le permite profundizar en
el sentido de la misión de Jesús. Su particular cercanía a él no la
exime del proceso, por momentos difícil, que lleva a la comprensión
de los designios de Dios. Ella es como primera discípula, la primera
evangelizada por Jesús.
No es fácil entender los planes de Dios. Ni siquiera María
“entiende”. Pero hay tres exigencias fundamentales para entrar en
comunión con Dios: 1) Buscarlo (José y María “se pusieron a
buscarlo”); 2) Creer en Él (María es “la que ha creído”); y 3)
Meditar la Palabra de Dios (“María conservaba esto en su corazón”).
Para la revisión de vida
-¿Cómo vivo mi vida familiar? ¿Pueden mis familiares estar sufriendo
por mí?
-¿Tengo un desajuste entre lo que digo en la sociedad pública y lo
que vivo en la familia?
-La familia es una realidad estática que pasa por etapas evolutivas
muy diferentes… ¿Cuál es la próxima etapa que vivirá mi familia?
¿Precisa ya de alguna preparación o previsión?
Para la reunión de grupo
- El tema de la “defensa de la familia” es un área de conflicto
entre la Iglesia y la sociedad actual. Analizar las posturas de
ambos lados. Por parte de la Iglesia: ¿será que defiende no la
familia sino un modelo concreto de familia? ¿Cómo quedan ahí las
relaciones y diferencias entre Iglesia y realidades autónomas, fe y
cultura, pluralismo legítimo, inculturación… Concretamente: ¿qué
actitudes nuevas sería bueno que tomara la Iglesia en este tema?
- Comparar la migración de Jesús (incluso aunque fuese simbólica)
con la de los millones de desplazados y migrantes del mundo actual.
- Jesús no destacó por ser un “defensor de la familia”… Para él,
claramente, la familia no es lo más importante en la vida. Hay
valores a los que debe someterse la familia, volores que uno debe
poner también por encima de la relación con su familia… Comentar la
conducta de Jesús.
Para la oración de los fieles
-Por toda la Iglesia, para que los cristianos hagamos de ella una
verdadera familia en la que no haya discriminaciones sino que reinen
la justicia, el amor y la fraternidad. Oremos.
- Por todos cristianos, para que seamos solidarios en la tarea de
hacer de este mundo una única familia humana llena de paz y
fraternidad. Oremos.
- Por las familias cristianas, para que estén abiertas a todas las
transformaciones positivas que vive hoy la institución familiar.
Oremos.
- Por las familias rotas, los hijos que sufren las consecuencias de
una separación, los que estén alejados de sus familias, los que no
aciertan a saber convivir con los suyos. Oremos.
- Por las familias sin vivienda, sin trabajo, emigrantes. Oremos.
- Por nuestras familias, para que vivamos en coherencia con nuestra
fe, trabajando por el Reino. Oremos.
Oración comunitaria
Oh Dios, Comunidad Trinitaria plena, Padre y Madre de toda la
Familia Humana: haz vibrar en todos nosotros el sentido de
pertenencia a la misma y única Familia Universal, para que el mundo
y la humanidad se transformen a la búsqueda de tu Proyecto de Amor.
Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos. Amén.
Señor Jesús que quisiste comenzar tu vida como todo ser humano, en
el seno de una familia, necesitado del calor, el alimento y el apoyo
de los más cercanos; comenzando a aprender a caminar... Danos
apreciar las virtudes domésticas y el valor de autenticidad que da
el compromiso en el día-a-día humilde y oculto. Por Jesucristo
Nuestro Señor.
Fuente:
lecturadeldia.com
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