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A los 12 años de Jesús
Autor:
Lucas 2, 41-52
Comentario
El trozo de evangelio nos relata un episodio de vida familiar. Se
trata de lo que solemos reflexionar en el rezo del rosario en el
quinto misterio gozoso. La Iglesia en su liturgia celebra este
misterio de la sagrada Familia el domingo que cae entre la navidad y
el 1° de enero. Si no hubiera domingo en estos días se celebraría
esta fiesta el 30 de diciembre.
Esto nos invita a que nos detengamos en la consideración de la vida
de las familias.
Al respecto podemos leer unos párrafos de la carta pastoral del
Arzobispo de Santiago Cardenal Francisco Javier Errázuriz , titulada
"Lo que Dios ha unido".
"La tarea social más decisiva para nuestra Patria es la que plantea
la constitución Política de nuestra república. Ella afirma que 'la
familia es el núcleo básico de la sociedad'. Es más, cuando declara
que la finalidad del Estado es promover el bien común, afirma que es
´deber del Estado' dar protección a la familia y propender a su
fortalecimiento. Precisamente la debilidad de la familia, los
obstáculos que encuentran los jóvenes para comprometerse para
siempre, la destrucción permanente de incontables familias, el
sinnúmero de hijos que no nacen en un hogar constituido por sus
padres, como asimismo las ideologías, los temores, la falsa
comprensión de la sexualidad y los falsos valores que propician esta
situación, éstas son las realidades más preocupantes que deben ser
abordadas con energía. El Estado no debe debilitar la familia, sino
fortalecerla.
"Por eso, todos los Obispos de la Conferencia Episcopal expresamos
que 'la tarea primaria del Estado en este ámbito… es ofrecer y abrir
espacios para que diversas instancias ofrezcan los medios que ayuden
a la familia a consolidarse y a cumplir con su misión. Es decir, a
que ella sea unida y estable, próspera y feliz; a que sus miembros
sean fieles a los compromisos contraídos; a que el hogar sea centro
de transmisión de los valores nobles de nuestra cultura, y un lugar
en que se ayude a superar tensiones, sufrimientos y problemas,
gracias a la calidad de las relaciones entre las personas que forman
parte de él, y gracias a su confianza en Dios; y que sea también una
escuela de ciudadanos que saben poner sus talentos, con espíritu
constructivo, al servicio del bien común, atentos a los más débiles"
(n° 68-69).
Esto es lo que el Magisterio de la Iglesia desea para las familias
en Chile. Muy bien viene entonces una reflexión sobre el episodio
del evangelio que hemos proclamado
Con ocasión de la peregrinación anual al templo, Jesús permanece en
Jerusalén. José y María, movidos por la responsabilidad paternal, lo
buscan afanosamente. Sorprendida de encontrarlo entre los doctores,
María lo reprende: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu
padre y yo, angustiados, te andábamos buscando". La respuesta de
Jesús es reveladora de su identidad personal más profunda: "¿No
sabían que yo debe estar en las cosas de mi Padre?" María y José no
comprendieron el sentido de estas palabras, afirma san Lucas. Es que
las realidades de Dios son más grandes y elevadas que las realidades
puramente humanas. Para entender a fondo la familia en el proyecto
de Dios hay que mirarlas desde la fe, no bastan las razones humanas.
Vayamos, entonces, a Nazaret para contemplar esa familia maravillosa
y santa.
En la familia de Nazaret encuentra su culminación terrena toda la
santidad y belleza del amor familiar. Jesús vivió la mayor parte de
su vida con María y José en su casa de Nazaret. Vivió la santidad en
los quehaceres comunes de cada día: la vida del hogar y del trabajo
en medio de otros trabajadores.
La vida de familia ocupa un lugar significativo en la existencia de
Jesús. Nace y crece en una familia, no sólo para asemejarse en todo
a nosotros, sino también para exaltar su importancia. Sus años en
Nazaret no son años perdidos en espera de su misión.- Los treinta
años transcurridos con sus padres no son un largo paréntesis en su
vida, sino tiempo de revelación y desarrollo de su misión.
La obediencia al Padre Dios de que nos habla san Lucas en el
evangelio que hemos proclamado se concretiza en la obediencia filial
a José y a María, y en la santificación de la vida diaria con todas
sus alternativas tristes y alegres. "Bajó con ellos y vino a Nazaret
y vivía sujeto a ellos. Su Madre conservaba cuidadosamente todas las
cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en
gracia ante Dios y ante los hombres". Jesús se hizo hombre por el SÍ
de María y por obra del Espíritu Santo. Comenzó así la historia
humana de Jesús, quien aprendió a hacerse hombre en el contacto con
sus padres.
El amor materno de María, complementado por la paternidad de José
influye realmente en la educación de Jesús, quien crece y se hace
hombre bajo su influjo. María cuidó de la salud de Jesús, de su
alimentación de su aprendizaje de las normas sociales y del
desarrollo de sus talentos naturales. Pero también le enseñó a amar,
orar y obedecer a la amorosa voluntad del Padre celestial. En toda
esta tarea educadora la acompañó José, el hombre justo, como lo
llama san Mateo. Le enseñó a Jesús la honradez, a ganarse el pan con
su trabajo humilde y su aporte a la comunidad humana. Le enseñó a
confiar en la Providencia del Padre, que no deja sin alimento a las
aves del cielo y a los lirios del campo.
A su vez Jesús con respeto filial evangeliza a sus padres, así ellos
se transforman en los primeros ciudadanos del Reino que él vino a
fundar. A veces ellos no comprendían del todo las palabras de su
Hijo, como nos dice san Lucas. Sin embargo en el silencio de sus
corazones guardaban sus palabras.
Reflexionemos
¿Qué nos enseñan a nosotros los ejemplos de la Familia de Nazaret?
¿En qué podemos nosotros mejorar nuestras relaciones familiares?
¿Qué les aportamos a nuestros hijos y qué nos aportan ellos a
nosotros?
¿En qué hacemos consistir la santidad de las actividades cotidianas?
Signo del día y oración
Sobre una mesa, alrededor de una imagen de la Sagrada Familia,
colocamos las fotos de nuestras propias familias y hacemos oraciones
espontáneas por todas ellas: por el amor de los padres, por los
niños, por los ancianos, por los enfermos, por los familiares
difuntos; por las familias desunidas, por la familias incompletas,
por las personas que quedaron solas…
"En verdad es justo darte gracias, Padre Santo, en esta celebración
del mes de María.
Ella, en Nazaret, viviendo unida a su Hijo, alentó los comienzos de
la Iglesia, ofreciéndonos un luminoso ejemplo de vida. Allí, la
Madre hecha discípula del Hijo, recibió las primicias del Evangelio,
conservándolas en el corazón y meditándolas en su mente.
Allí la Virgen Purísima, unida a José, el hombre justo, por un
estrechísimo y virginal vínculo de amor, te celebró con cánticos, te
adoró en silencio, te alabó con la vida cotidiana y te glorificó con
su trabajo.
Por eso, con todos los ángeles y los santos te alabamos diciendo
(cantando) sin cesar: "Santo, Santo, Santo…"
Fuente:
Conferencia Episcopal de Chile
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