La Sagrada familia

Padre Rodrigo Guadarrama R.

Mt 2,13-18

Hechos hijos de Dios no podemos sino ocuparnos en las cosas de nuestro Padre Dios. Jesús nos manifiesta cuáles son esas cosas: No sólo hablarnos de Dios como un Padre lleno de amor misericordioso por nosotros; sino realizando las obras de Dios a favor nuestro como: buscar a los pecadores para perdonarlos; curar a los enfermos; dar voz a los desvalidos; socorrer a los pobres; liberarnos de la esclavitud del maligno; dar, en amor, su vida por nosotros y resucitar de entre los muertos para que en Él tuviésemos nueva vida. Así Él llevó a término la obra de Dios. En eso se ocupó mientras estuvo entre nosotros. Y, al final, nos confió a nosotros el anuncio de esa misma salvación a todos los hombres. A nosotros corresponde llevarla no sólo con las palabras, sino con las obras y actitudes que el Señor nos enseñó para que, esforzándonos día a día, luchemos para que el Reino de Dios en verdad se abra paso entre nosotros.

La Palabra de Dios y la Eucaristía de este Domingo.

La Eucaristía nos reúne como una sola familia que no sólo alaba a nuestro Dios y Padre, sino que da testimonio de nuestro amor fraterno. Instruidos por una misma Palabra, alimentados de un mismo Pan y de un mismo Cáliz, el Señor, al hacernos hijos suyos y al darnos a todos a beber de un mismo Espíritu, nos quiere fraternalmente unidos para que el mundo crea. Efectivamente, donde hay divisiones y discordias no puede decirse que se vive la comunión con Cristo. Por eso la Eucaristía es todo un compromiso de amor fraterno, que brota de la participación de la misma Vida y del mismo Espíritu, que Dios ha derramado en nuestros corazones.

La Palabra de Dios, la Eucaristía de este Domingo y la vida del creyente.

A quienes creemos en Cristo y vivimos en comunión de vida con Él, nos corresponde continuar realizando las cosas de nuestro Padre Dios, en el mundo y su historia, hasta que el Reino de Dios llegue a su plenitud en nosotros. Cierto que la Iglesia, santa porque su Cabeza es santa, pero cuyos miembros somos pecadores y frágiles, está llamada a una continua y verdadera conversión. Sólo a través del dejarnos transformar día a día por el Espíritu Santo podremos decir que el proceso de conversión en nosotros no se ha detenido. Entonces podremos afirmar que crecemos en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres. Ojalá y crezcamos y no disminuyamos. Que quienes creemos en Cristo, como Él, pasemos haciendo el bien a todos. Que no seamos ocasión de pecado, de escándalo, de sufrimiento, de explotación, de persecución, de muerte para nuestros hermanos. El Señor no nos envió a destruir a los demás, sino a fortalecerlos para que, hechos miembros de una sola familia, teniendo a Dios por Padre, nos amemos con el mismo amor con que el Señor nos ha amado a nosotros.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María y de Señor San José, la gracia de seguir las huellas de Cristo, cargando nuestra cruz de cada día y aprendiendo a dar nuestra vida a favor de los demás, tanto en el anuncio del Evangelio, como en el testimonio del mismo con una vida íntegra, hasta que algún día podamos todos juntos reunirnos en la Casa del Padre, convertidos en sus hijos amados por estar, ya desde ahora, unidos a su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Fuente: homiliacatolica.com