Familias certificadas

Padre Gustavo Vélez, mxy

Lc 2, 41- 52

1.- “Cuando Jesús cumplió doce años sus padres subieron a la fiesta de Pascua, según la costumbre. Cuando terminó se volvieron pero el Niño se quedó en Jerusalén. San Lucas, Cáp. 2. El mundo de hoy nos exige ante todo calidad. En la industria, el comercio, la academia, el arte y el deporte. También en la política y en las relaciones internacionales. Quienes no cualifican su comportamiento y sus productos se quedaron atrás irremediablemente. ¿Y la familia qué? Si la entendemos como célula de la sociedad, crisol donde se forman los ciudadanos, escuela de los auténticos valores, es todavía más urgente acreditarla para que avance hacia sus propias metas. Frente a ese reto los cristianos volvemos a mirar aquella familia de Nazaret, donde nació el Hijo de Dios. Sometida a las leyes y costumbres de su tiempo, vulnerable frente a los problemas ordinarios de un hogar, sostenida por su limitado presupuesto. Una familia en todo igual a las nuestras, pero con un enorme privilegio: Bajo su techo Dios estaba presente.

2.- San Lucas nos cuenta que Jesús, al cumplir doce años, subió con sus padres a Jerusalén, con motivo de la Pascua. Un viaje que se hacía en cuatro etapas, entre el entusiasmo religioso y el fervor patriótico. La fiesta duraba generalmente siete días, pero solamente los dos primeros eran de obligación. Y es probable que María y José, al estilo de los pobres, no permanecieran toda la semana en la capital. Ya de regreso, al acampar el primer día, advirtieron que entre el grupo de parientes y amigos, no estaba el Niño. Un doloroso eclipse que duró tres días, durante los cuales sus padres le buscaron afanosos por toda la ciudad. El texto nos sugiere que el pequeño no se había extraviado entre la multitud. Se quedó embelesado ante las maravillas que descubría por todas partes en la ciudad santa. Lo hallaron luego entre los peregrinos, que escuchaban a los maestros de la ley, entre ellos al anciano Schammai líder de una escuela más estricta, en los atrios del templo. No estaba allí como un niño prodigio. Sencillamente era un judío más, ansioso de conocer la tradición religiosa y la historia de su pueblo.

3.- Entonces surgió aquel desconcertante diálogo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos llenos de angustia”. A lo cual el Niño replica: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en la casa de mi Padre?”. San Lucas advierte que José y María no entendieron tal respuesta. Tal vez Jesús se adelantaba a anunciar cuanto revelaría en su enseñanza. Bajaron luego a Nazaret, concluye el evangelista, “y el Niño iba creciendo en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y ante los hombres”.

La calificación de las familias se ha entendido únicamente desde el sacramento del matrimonio, lo cual continúa siendo válido. Pero de una parte, muchas parejas no alcanzan esa meta y de otro, el sacramento sin un soporte humano de valores, es un signo insignificante. Para obtener entonces familias certificadas hemos de aportar sinceridad a toda prueba, capacidad de diálogo, compromiso, común responsabilidad. Solidaridad hacia adentro y hacia fuera. Hemos de crecer en sabiduría y gracia y en aquella estatura según la medida de Cristo, como enseña san Pablo.

Fuente: betania.es