|
Bendita entre las mujeres
Padre Antonio García Moreno
Lc
2, 16-21
1.- "El Señor habló a Moisés..." (Nm 6,22) Qué verdad es que, como
dice la epístola a los Hebreos, Dios habló muchas veces y de muchas
maneras a los hombres a lo largo y lo ancho de la Historia. Resulta
asombroso que El se acerque hasta el hombre y le hable para
comunicarle cuanto de un modo o de otro contribuye a su salvación...
Algunos filósofos han dicho que Dios es un Ser tan alto y sublime
que es falso que se digne intervenir en la vida de los hombres. Eso
es una verdad a medias, lo cual es la peor de las mentiras.
Es verdad que Dios es sublime, trascendente, muy distinto de
nosotros. Pero ello no quiere decir que se desentienda de sus
criaturas, que no pueda ni quiera comunicarse con el hombre. Al
contrario, precisamente por la grandeza de su amor, por la
inmensidad de su sabiduría, ha querido perdonar al hombre su pecado
y hacerlo hijo suyo. Y para estar muy junto a nosotros, se hecho
carne en el seno de una virgen y ha nacido pequeño, para que así su
cercanía sea amable y atractiva.
2.- "Así que ya no eres esclavo, sino hijo..." (Gá 4,7) El que está
en pecado es un esclavo del demonio. Por eso es llamado Príncipe de
este mundo, porque tiene dominio sobre quienes se apartan de Dios y
de su bendita Ley, dejándose llevar de sus malas inclinaciones. Es
una esclavitud a veces sutil, dando incluso la impresión de que el
pecador goza de libertad absoluta, haciendo en cada momento lo que
le da la gana. Pero es mentira, no hace lo que quiere sino lo que
sus inclinaciones le sugieren, aunque ello sea algo que va en contra
de los demás o de sí mismo.
Esa es la realidad que la experiencia nos da a conocer. Si el hombre
se abandona a sus instintos, acaba convirtiéndose en un ser egoísta
y cruel, que sólo busca su provecho personal e inmediato... Pero
Dios ha querido que su Hijo sea hijo de mujer, para que nosotros,
los nacidos de mujer, seamos hijos de Dios. Así lo atestigua en
nuestro interior la fuerza del Espíritu Santo que nos impulsa de
modo irresistible a decir “Abba”, ¡Padre!, con toda la confianza y
el abandono que un niño pequeño tiene con su padre.
3.- "Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón"
(Lc 2,19)La Virgen estaba ruborizada y llena de asombro. Ella guardó
silencio cuando el Arcángel le anunció de parte de Dios que sería la
madre del Redentor. Ella lo creyó firmemente, pero no se atrevió a
decir nada, ni siquiera a José. Era algo tan íntimo y tan grandioso
que lo guardaba discretamente en su interior, callada y serena ante
el Misterio que en su seno tomaba cuerpo. Pero el Señor irá
desvelando su secreto. Primero será José quien en sueños se entera
del prodigio de la Encarnación del Verbo.
Luego Isabel descubrirá que ante ella está la Madre del Mesías y la
llamará bendita entre las mujeres. Más tarde serán los pastores,
quienes en la noche llegarán con sus ofrendas y sus cantos. Ellos
contarán que los Ángeles les han anunciado el nacimiento de aquel
Niño, el Rey de Israel. Luego Simeón y Ana... La Madre de Jesús
callaba y lo contemplaba todo en lo más íntimo de su ser, sin
encontrar palabras para expresar sus sentimientos, sin poder decir
nada que expresara su entrañable y profunda dicha. Pero aquel
silencio era tan clamoroso que aún resuena y resonará en el corazón
de los hombres.
Fuente:
betania.es
|
|