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“«Todo varón primogénito será consagrado al señor»”
Pedro Sergio Donoso Brant
Lc
2, 22-35
Este evangelio, nos habla de la purificación de la Santísima Virgen
, y la presentación de Jesús en el templo. Ellos no estaban
obligados a hacerlo, es decir obligado a estas leyes, entonces San
Bernardo nos da una explicación de que lo hicieron no por necesidad
de ser purificados, o el ser circuncidado, lo hicieron para darnos
un ejemplo a nosotros, que somos pecadores y penitentes.
A fin de comprender mejor este fragmento del evangelio, comento lo
siguiente: dice al comienzo, “Cuando llegó el día fijado por la Ley
de Moisés para la purificación”. En Levíticos, 12, 1-8, están
fijadas la obligaciones a las que se refieren, que cuando una mujer
concibe y da a luz a un hijo Varón, es considerada impura por un
período siete días, al octavo debe circundar al hijo, y luego debe
permanecer treinta y tres días mas impura, no debe tocar nada santo
ni puede concurrir al santuario. Si da a luz una hija, el tiempo
aumenta a ochenta días. Luego continúa "Cuando se cumplan los Días
de su Purificación, por un hijo o por una hija, Llevará al sacerdote
un cordero de un año para el holocausto, y un Pichón de paloma o una
Tórtola para el sacrificio por el pecado. Pero si no tiene lo
suficiente para un cordero, traerá dos Tórtolas o dos pichones de
paloma, el uno para el holocausto y el otro para el sacrificio por
el pecado. El sacerdote hará expiación por ella, y quedará
purificada."
Este es el caso de María, que además era pobre. Estas ofrendas, una
era sacrificada en holocausto de adoración, y la otra por el
“pecado”. Pero no se refiere a un “pecado mortal”, sino a algo
legal, por el hecho del alumbramiento, en donde se habla de estos
sacrificios de expiación por haber transgredido algo prohibido
“legalmente”, como por ejemplo tocar un cadáver o un reptil
prohibido, y si lo hiciese incluso sin darse cuenta, debe confesar
su pecado.
Sigue el evangelio: “Llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo
al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será
consagrado al Señor”. “Conságrame todo primogénito” (Ex 13,2) Al
principio los “primogénitos” estaban destinados al culto, pero luego
se sustituyó este sacerdocio por la tribu de Leví y quedó
establecido un simbólico “rescate” de estos primogénitos. María
aprovechó para llevar consigo al Niño y hacer que José, seguramente,
pagase allí el “rescate” por el mismo, consistente en cinco siclos.
Aunque se dice que sus “padres” le llevaron a Jerusalén, los que
están en situación son el Niño, al que hay que “rescatar,” y su
madre, que va a obtener la declaración “legal” de su purificación.
El término usado para “presentarlo al Señor” es término usado para
llevarlo al altar.
Sigue el evangelio, “Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado
Simeón”. El evangelio presenta en escena un hombre santo: “justo”,
que cumplía los preceptos de Dios, y “piadoso”, hombre de fe viva,
religioso. Estos adjetivos acusan esmero por cumplir los deberes
morales. Vivía en Jerusalén, y se llamaba Simeón, nombre usual
judío. Era un hombre que debía de pertenecer a los “círculos”
religiosos y que animaban su esperanza con la próxima venida del
Mesías, tan acentuada por entonces en aquel medio ambiente. El
Espíritu Santo estaba “sobre él”; gozaba de carismas sobrenaturales.
Debía de ser de edad avanzada. Y tenía la promesa del Espíritu
Santo, de que no moriría sin haber visto al Cristo del Señor, al
Mesías, es decir, la “consolación” de Israel, que él esperaba.
El Espíritu Santo, comenzó en el anciano Simeón, su acción
espiritual para que conociera a Jesús y lo recibieran como el Mesías
prometido. Impulsado por el Espíritu, vino al templo cuando los
padres traían al Niño. Era un hombre santo, que gozaba de carismas.
Y tomándolo en sus brazos, “bendijo” a Dios. Los rabinos tomaban a
los niños en brazos para bendecirlos. Conforme a la revelación
tenida, Simeón ha visto al Mesías. Su vida sólo aspiró a esto: a
gozar de su venida y visión, que era el ansia máxima para un
israelita. Por eso lo puede dejar ya ir “en paz,” es decir, con el
gozo del mesianismo, en el que estaban todos los bienes cifrados. El
Mesías es “tu salvación”, la que Dios envía: Jesús (Is 40:5).
Pero este Mesías tiene dos características: es un Salvador
universal: “para todos los pueblos”; es el mesianismo profético y
abrahámico; y es un mesianismo espiritual, no de conquistas
políticas, sino “luz” para “iluminar a las gentes” en su verdad.
Pero siempre quedaba un legítimo orgullo nacional: el Mesías sería
siempre “gloria de tu pueblo, Israel,” de donde ha salido. También
San Pablo, en Romanos, mantendrá este privilegio de Israel.
Dice san Lucas; “Su padre y su madre estaban admirados”, ante esto.
Era la admiración ante el modo como Dios iba revelando el misterio
del Niño, y la obra que venía a realizar. De nadie sino del Espíritu
le podía venir este conocimiento profético.
Simeón los “bendijo.” Con alguna fórmula, invocó la bendición de
Dios sobre ellos. No es extraño este sentido de “bendición” en un
anciano y un profeta. Pero, dirigiéndose especialmente a su madre,
le dijo proféticamente: «Este niño será causa de caída y de
elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción” Va a
ser “signo” (Is 8:18) de contradicción. La vida de Cristo ha sido
esto: desde tenerlo por endemoniado hasta confesarlo por Mesías.
Como dirá San Pablo, su doctrina fue “escándalo” para los judíos (1
Cor 1:23) Jesús será la señal de contradicción. En Efecto, unos lo
amarán, otros lo odiarán; unos estarán dispuestos a morir por El,
mientras otros no cesarán en su esfuerzo por hacerlo desaparecer de
la historia y de la faz de la tierra.
Sigue luego: “Y a ti misma una espada te atravesará el corazón” Esto
es algo trágico, “Una espada de dolor atravesará tu alma.” No será
sólo para ella el dolor de una madre por la persecución, calumnia y
muerte de su hijo. Observo que en el texto no se dirige a San José,
que, sin duda, está allí presente, pues “Simeón los bendijo”. Esta
profecía, dirigida personal y exclusivamente a ella, debe de tener
un mayor contenido. Se diría que se ve a la Madre especialmente
unida al Hijo en esta obra. María es “Hija de Sión,” entonces lleva
dentro de sí el destino espiritual de su pueblo, destacándose aquí
el dolor de sus entrañas por lo que significaba Cristo, signo de
contradicción.
La Santísima Virgen esta asociada a la obra redentora de Cristo. No
hay redención sin dolor, y el alma de la Santísima Virgen , será
traspasada por la espada del dolor, por todo lo que ella luego
sufrió en su corazón por la pasión de su Hijo Jesús.
Luego el evangelio dice; “Así se manifestarán claramente los
pensamientos íntimos de muchos”. Este término, se entronca con la
finalidad que va a seguirse de esa “contradicción” de Cristo: que
“se descubran los pensamientos de muchos corazones.” Habrá de
tomarse partido por El o contra El: hay que abrir el alma ante la
misión de Cristo.
Jesús, venció al mundo y nos advirtió sabiamente, “En el mundo habrá
tribulación, pero ánimo, Yo he vencido al mundo”
Que la Paz de Jesus viva en sus corazones
Fuente:
autorescatolicos.org
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