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La Sagrada Familia
Padre Jesus Marti Ballester
Lc
2, 41-52
El niño crecia y se llenada de sabiduria 1. La
fiesta de hoy nos introduce en la intimidad de la Sagrada Familia ,
en la que creció el Hijo de Dios y evoca las virtudes domésticas que
reinaban en el hogar de Jesús: fidelidad, trabajo, honradez,
obediencia, respeto mutuo y amor entre los padres y el Hijo... y
pide que sigan teniendo vigencia en nuestras familias.
2. La Sagrada Escritura describe los deberes de los hijos muy
concretamente y, a la vez con suma delicadeza. Los padres ancianos,
aunque «su mente flaquee», deben ser cuidados y tratados con
respeto, y no abochornados por el hijo «mientras es fuerte». El que
no honra a sus padres, no experimentará ninguna alegría de sus
propios hijos. En cambio, la piedad para con los padres será tenida
en cuenta para obtener el perdón de los propios pecados. "El que
honra a su padre expía sus pecados. El que respeta a su madre
acumula tesoros" Eclesiástico 3,3. Buena lección para la sociedad
nuestra. Si este mundo se enfoca como un jardín de placeres, con la
finalidad de pasarlo bomba, y como estación término, todo se
explica.. Pero si se ve con ojos de evangelio, hemos de rectificar
muchas conductas.
3. El amor mutuo entre padres e hijos se fundamenta con una
psicología insólitamente profunda: la obediencia de los hijos a los
padres «le gusta al Señor», que ha dado ejemplo de esta obediencia (Lc
2,51). También la conducta de los padres se puntualiza con
precisión: «No exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los
ánimos». La autoridad de los padres ha de fomentar en los hijos su
coraje de vivir, lo que pertenece a la esencia de la autoridad, que
en su sentido etimológico significa fomento, más que potestad. Y el
deber educador ineludible de los padres también nos conduce al
sentido etimológico del vocablo latino educere, que significa sacar,
hacer aflorar. La imagen plástica sería la del escultor que
arrancando virutas saca la imagen del ángel. El delicado tejido de
amor mutuo no puede romperse: La Sagrada Familia es el ejemplo que
todas las familias deben seguir. La abnegación y los desvelos de los
hijos por sus padres son un deber de gratitud y constituyen uno de
los diez mandamientos principales de la ley. En los padres se
encuentra Dios, sin cuya acción no puede nacer ningún hombre.
Engendrar hijos es un acontecimiento que sólo es posible con Dios.
Por eso en el cuarto mandamiento el amor agradecido a los padres es
inseparable de la gratitud debida a Dios.
4. San Pablo señala la unidad del amor en la familia: «Sobrellevaos
mutuamente y perdonaos». El amor es el único vínculo que mantiene
unida a la familia por encima de todas las tensiones. Y esto no en
el plano de la simpatía natural, sino que «todo lo que de palabra y
de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús y en acción de
gracias a Dios Padre». En la carta a los Efesios, el amor recíproco
de los padres aparece diferenciado: a los maridos se les recomienda
amor como el que Cristo tiene a su Iglesia, sin despotismo ni
complejo de superioridad; y a las mujeres, la correspondencia a ese
amor.
5. Jesús, que quiso compartir la vida de un hogar humano es quien
quiere interceder para que los novios sientan la presencia de Dios
en la vivencia de su amor mutuo y para que se preparen santamente
para su matrimonio. Jesús es el que debe iluminar y consolar a las
familias desunidas, a los esposos que han de vivir separados a causa
del trabajo, a los hijos de los divorciados, a los hogares sin hijos
y a los que lloran la muerte de sus familiares.
6. "Sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la
humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente,
perdonándoos, como el Señor os ha perdonado. Y por encima de todo,
el amor, la Palabra, la Eucaristía... Hijos , obedeced a vuestros
padres, que eso le gusta al Señor. Padres, no seáis posesivos, para
que no se desanimen vuestros hijos" Colosenses 3,12. Tampoco les
sobreprotejáis en exceso, porque se quedarán enanos, no crecerán y
estarán necesitando a todas horas y en todos los problemas, el
paraguas de papá, la sombrilla de mamá. ¡Yo bendigo el día en que el
Obispo, a mis veinticuatro años, me nombró párroco y tuve necesidad
de sacarme las castañas del fuego con mis propias manos!
7. Dios crea al hombre y a la mujer y les imprime la vocación, y con
ella, la capacidad y responsabilidad del amor y de la comunión, a
imagen de la Trinidad, de cuyo amor el matrimonio es la expresión y
la prolongación. El amor es la vocación fundamental e innata de todo
ser humano, en alma y cuerpo, que en el amor espiritual tiene
también su parte. Por eso el matrimonio de los bautizados adquiere
el carácter de un gran signo, o, como dice San Pablo, "un misterio
grande", que se convierte en el símbolo real de la alianza nueva y
eterna en la sangre de Cristo. "Un misterio grande en orden a Cristo
y a la Iglesia".
8. El Espíritu del Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la
mujer capaces de amarse, como Cristo nos amó. Por el poder de la
gracia alcanza el amor su plenitud, en la caridad conyugal, modo
propio y específico con el que los esposos están llamados a vivir la
misma caridad de Cristo, que se da y se ofrece en la cruz.
9. Pero el amor de los esposos no se agota en ellos mismos, sino que
les hace cooperadores de Dios del don de la vida a otras personas
humanas. Cuando los esposos se convierten en padres reciben de Dios
una nueva responsabilidad, y su amor paterno se convierte en signo
visible del amor de Dios, de quien proviene toda paternidad.
10. De este amor proviene la familia y en ella nacen un conjunto de
relaciones, padres-hijos-hermanos, mediante las cuales toda persona
humana es introducida en la familia humana, y en la familia de Dios,
la Iglesia, que encuentra en la familia, nacida del sacramento, su
cuna y el lugar donde se anuncia el evangelio de la manera más
eficaz y duradera. La Iglesia doméstica.
11. La Sagrada Familia también, como la familia de hoy, tuvo que
afrontar y convivir con grandes problemas; con una dramática
situación en cada uno de sus miembros: un padre que biológicamente
no lo era; una madre que no era esposa plena; y un hijo que rebasaba
la dependencia natural. A ella deben acudir las familias de hoy para
aprender a vivir el amor y el sacrificio, conscientes de que la
gracia del sacramento del matrimonio fortalece a los esposos para
sacrificarse el uno por el otro, y a ambos por los hijos.
12. "Este será como una bandera discutida. Y a ti una espada te
traspasará el alma" Lucas 2, 22. Desde esa profecía dolorosa hay que
contemplar las dificultades que hoy encuentra la familia: Equivocada
independencia de los esposos entre sí; intercambio aberrante de
parejas; casos raros de parejas de hecho; uniones con cónyuge
primero y cónyuge segundo, siendo ambos homosexuales; capacidad de
adopción de hijos con el trauma subsiguiente para su educación;
ambigüedad ante la autoridad sobre los hijos; dificultades
personales, ambientales sociales y hasta legales, para transmitir
los valores humanos y cristianos. El divorcio, el aborto, el recurso
cada vez más frecuente a la esterilización, la mentalidad
anticonceptiva, de tantas formas utilizada y normalmente
justificada.
13. Para obviar estas y otras dificultades, es indispensable una
catequesis clara y positiva, el recurso a la austeridad, la ascesis
constante propia de una vida cristiana llena y contagiante, y la
oración incesante para que el Señor no nos deje caer en la
tentación. Difícilmente superarán los cristianos de hoy todas esas
asechanzas, sin el recurso a la intercesión de la Sagrada Familia y
al establecimiento en el propio hogar de aquel clima humano y
celestial, feliz y sencillo, lleno de pruebas y privaciones, de
candor y del sudor del trabajo y también de lirismo, en el ambiente
de Nazaret.
¡Nazareth!
Centro de Dios.
Centro del mundo.
Fuego que baja a encender
corazones que se den,
en total consumación,
a El, a El, a El.
Y la hondura y honradez,
la lealtad y la fe,
que se respira
en la Casita de José:
Casita de José:
horas de paz y amor,
Casita de José:
horas de duda y dolor.
Casita de José:
prudencia y fidelidad.
Casita de José:
muerte dichosa,
final enamorado,
flor que se abre
al color de otro cielo
y de otra tierra
y de otra casa nueva,
de jaspe turquesa.
14. En 1964, el Papa Pablo VI visitó Nazaret, emocionado. Allí
pronunció una bellísima alocución, en la que recogió, resumiendo,
estas tres lecciones: El silencio, la vida familiar, el trabajo.
15. Hemos celebrado la Navidad. José y María tienen un hijo y han
constituido una familia. La liturgia nos ha introducido en los
treinta años de la vida oculta de Nazaret para proponemos en las
tres lecturas bíblicas, una breve teología de la familia. Entremos
con respeto en la casa de Nazaret, mitad gruta, mitad casa. No vemos
el confort que hace la ilusión de tantos, pero es rica en aquello
que todos buscan afanosamente: el amor y la mutua comprensión. No se
escuchan voces ásperas, ni se ven caras duras, ni gestos desabridos,
ni actitudes de rebeldía. Es una familia unida, modelo de todas las
familias.
16. María faena en las cosas propias de una sencilla mujer de
pueblo. Hila y teje, barre y lava, cocina, muele el trigo y amasa el
pan de cada día. Adosado a la casita, vemos el cobertizo-taller de
José. Aquí, desde que sale el sol hasta que se pone, la sierra y el
martillo marcan el ritmo de un trabajo duro, necesario para el
sustento de la familia. Trabajo convertido en oración, realizado
como expresión de la voluntad de Dios. Jesús niño, y adolescente,
sirve a María y ayuda a José. Sus manos se endurecen y su frente se
baña en sudor con el trabajo manual. Del taller de Nazaret saldrá
para cambiar la faz del mundo, con la predicación del Reino.
17. La familia de Nazareth es pobre, pero es feliz, la más feliz de
las familias que han existido sobre la tierra, pero no exenta de
dificultades. Tuvo sus problemas y angustias. Bajo la amenaza de
muerte dictada por un déspota, tuvo que huir de noche buscando
refugio en un país extranjero con los sufrimientos consiguientes,
fácilmente imaginables si pensamos en los actuales catorce millones
de refugiados esparcidos en todos los puntos cardinales huyendo de
persecuciones políticas y religiosas. José lleva una vida de
sobresalto: "Coge al Niño y a su madre y vete a Egipto. Herodes
quiere matar al Niño". Jesús Niño que ha tenido que huir, va
aprendiendo también que será ejecutado en la cruz, como los
malhechores. "Nosotros morimos con razón, pero éste ¿qué mal ha
hecho?". Y en el evangelio de hoy encontramos a la Sagrada Familia
viviendo en Jerusalén uno de los mayores dramas humanos. Jesús, que
ha cumplido los doce años, inaugura su adolescencia con un episodio
de “ruptura” con la familia. Es la escena de Jesús perdido y hallado
en el templo. ¡Qué ansia mortal para sus padres durante aquellos
tres días, presagio para María de aquella “espada que le traspasará
el alma”. María le dice: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así?".
“¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo había de estar en la casa
de mi Padre?”.
18. Pero sin embargo “Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su
autoridad”. El más santo obedece a los que lo son menos, con serlo
tanto. María más santa, obedece a José, su esposo, y Jesús, Dios,
obedece a los dos inferiores y criaturas suyas. Nazaret, sobre todo
es la familia de la obediencia, hoy tan denostada, tan desfigurada,
tan adulterada. Para Santa Teresa es la piedra de toque para
calibrar las personas que viven vida cristiana, tanto, que ella la
pide, no sólo a los religiosos, sino también a las personas laicas.
Y no digamos San Juan de la Cruz que afirma en Dichos de amor y luz:
“Más quiere Dios de ti el menor grado de obediencia y sujeción que
todos esos servicios que le piensas hacer”. Enseñar esto le costó el
odio que de por vida le guardó fray José Crisóstomo y el proceso
difamatorio que llevó a cabo contra él. Ocurrió lo siguiente. Siendo
fray Juan superior suyo, se había comprometido por propia iniciativa
a predicar unos sermones sin contar con su superior. San Juan no le
dejó predicar. Y comentó: Mejor es que no predique que predique por
propia voluntad. Crisóstomo arrastró su rencor hasta la muerte del
Santo, y al morir comentó: “Si no hubiera muerto, el hábito le
hubiera quitado”. Y es que el demonio se cuela para fomentar el
orgullo que se hagan cosas, cosas, cosas, que sin pasar por la
obediencia no van a servir para nada sino para hinchar el propio
ego, que es lo que pretende Satanás. Es el peligro del iluminismo.
Dios dice, mi conciencia dice. Es la infiltración del libre examen.
Se lee la Biblia y se al propio antojo. Así lo hizo el luteranismo y
la Ilustración que le siguió en Francia. ¿Quién más en unión con el
Padre que Jesús? Si el padre y yo somos el mismo. Pues se sometió en
Nazaret a sus padres: Les estaba sometido. “Aprende, tierra a
obedecer! Aprende, ceniza a someterte, clama San Bernardo.
19. Es tan importante la obediencia para las personas de vida
cristiana que San Juan de la Cruz escribe: “Es Dios tan amigo que el
gobierno y trato del hombre sea también por otro hombre semejante a
él y que por razón natural sea el hombre regido y gobernado, que
totalmente quiere que las cosas que sobrenaturalmente nos comunica
no las demos entero crédito ni hagan en nosotros confirmada fuerza y
segura, hasta que pasen por este arcaduz humano de la boca del
hombre. Y así, siempre que algo dice o revela al alma, lo dice con
una manera de inclinación puesta en la misma alma, a que se diga a
quien conviene decirse; y hasta esto, no suele dar entera
satisfacción, porque no la tomó el hombre de otro hombre semejante a
él” (Subida del Monte Carmelo).
20. Si podemos hoy hablar con razón de la “hipertrofia de las
mediaciones”, y si el místico nos da pie para hablar de su tendencia
a “negar” las mediaciones, no podremos olvidar este principio
espléndido en su formulación y denso en su contenido que formula
Juan de la Cruz. En él muestra que es la misma gracia mística, en su
constitución intrínseca, la que lleva al diálogo discernidor
-“arcaduz humano de la boca del hombre”-. De este diálogo debe
surgir el reconocimiento de la dimensión y pertenencia
social-eclesial de la gracia mística. Por lo tanto de que la gracia
mística debe implicar al grupo de pertenencia religiosa, y no sólo
al receptor de la misma. La gracia mística no aísla, sino que
sumerge en la familia creyente, comunidad en la que Jesús , por su
Espíritu, “aclara y confirma la verdad”. No se le pasa por alto a
Juan de la Cruz el texto bíblico que habla de la presencia de Jesús
en medio de quienes están reunidos en su nombre (Mt 18,20). Apoyado
en él sentencia que Jesús está “aclarando y confirmando en sus
corazones las verdades de Dios... para dar a entender que no quiere
Dios ninguno a solas se crea por sí las cosas que tiene por de Dios,
ni se confirme ni afirme en ellas sin la iglesia o sus ministros”.
Sentenció en un Dicho de luz y amor: “Entra en cuenta con tu razón
para hacer lo que ella te dice en el camino de Dios, y te valdrá más
para con tu Dios que todas las obras que sin esta advertencia haces
y que todos los gustos espirituales que pretendes”. En este terreno
se mueve San Juan dentro del principio de que: Dios “al hombre le
puso términos naturales y racionales para su gobierno” (2S 21, 1). Y
Santa Teresa escribe: Si un simple la gobierna y se le antoja, le
hará entender que es mejor que le obedezca a él que a su superior, y
sin malicia suya, sino pensando acierta; porque si no es religioso,
le parecerá que es así. Por faltarle a él la luz, no la da a los
otros aunque quiere. Y aunque para esto parece que no son menester
letras, mi opinión ha sido siempre y será que cualquier cristiano
procure tratar con quien las tenga buenas, si puede, y mientras más,
mejor; y los que van por camino de oración tienen de esto mayor
necesidad, y mientras más espirituales, más.
21. José y María no le comprendieron. Pero aceptaron. Tampoco
nosotros comprendemos, pero razonamos. Tratamos de buscar argumentos
para justificar lo que pedimos, lo que deseamos, lo que buscamos.
Quisiéramos que las cosas sucedieran como las planeamos nosotros, en
cambio, “María conservaba todo esto en su corazón”. Así desde el
anuncio del arcángel y el nacimiento del Hijo. Conservarlo,
meditarlo, callarlo, absorberse en la contemplación. Lo ha llevado
en su seno nueve meses, y le dio el pecho, y su leche se convertía
en sangre de Dios. Y ella contemplaba, asombrada, abrumada. Lo
estrechaba entre sus brazos y le decía: ¡Pequeñín mío!, pero se
quedaba pensativa, y se decía: Es Dios, y la invadía un temor
religioso. Dios estaba mudo, sólo reía, sonreía, lloraba. Los
ángeles habían hablado y cantado, este terrible Niño, su Niño lindo
y amable, no hablaba, callaba. ¡Qué enigma para una Madre que es
Madre de Dios! Todas las madres se sienten atraídas por ese trozo de
su carne que es su niño, y se sienten como en el exilio ante esta
nueva vida, que ha sido hecha con la suya. Pero ningún niño ha sido
jamás más rápidamente arrancado a su madre, porque él es Dios, y
está por encima de todo lo que Ella puede imaginar. Pero,
simultáneamente siente que el Cristo es su hijo, su pequeño, lo
mira y piensa: Este Dios es hijo mío, esta carne divina es mi carne,
está hecha de mí; tiene mis ojos, y esa forma de su boca es la
forma de la mía, se parece a mí. Es Dios y se parece a mí. Tiene a
su Dios para ella sola: un Dios crío al que puede coger en brazos y
cubrirlo de besos; y que vive, y que da vida. Quisiera lograr la
expresión de audaz ternura y timidez con que alarga sus dedos para
tocar la dulce pequeña piel de este crío-Dios, cuyo pequeño peso
cálido sintió sobre sus rodillas mientras le sonríe.
22. Oración a la familia por Juan Pablo II
Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la
tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana
sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo,
"nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina,
en verdadero santuario de la vida y del amor para las generación es
porque siempre se renuevan.
Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos
hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte
apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.
Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del
matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y
cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia
de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda
cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la
familia. Tú , que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad
del Hijo y del Espíritu santo.
23. Jesús, José y María, sed el consuelo y la fuerza de todas las
familias de la tierra para que sean trasuntos fieles de vuestra
Sagrada Familia, renovando el empeño en el comienzo del Año Nuevo,
que el Señor nos concede por su gracia. Visitadnos ahora y hacednos
fuertes con la gracia de la Eucaristía. Amén.
Fuente:
autorescatolicos.org
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