Nuestra Santa Madre y los hijos de la fe

Jose Portillo Perez

 

Lc 2, 16-21

H1. Quizá nos sucede a muchos que hemos dormido poco porque hemos trasnochado celebrando el inicio del año 2007. Personalmente no me opongo a ningún tipo de celebración siempre que dicho motivo festivo no nos induzca a sumergirnos en los océanos del vicio y la superstición. Todos los años, durante los días de Navidad, se nos dice a los españoles que se ha reducido el número de accidentes de tráfico, pero aún hay en este país mucha gente que dice: "Yo controlo", y cada día está más sumergida en el alcohol y la droga.

2. Nos reunimos en el Templo de nuestro Señor dispuestos a celebrar 4 motivos que están expresados en las lecturas correspondientes a esta Eucaristía que estamos celebrando muy a pesar de la brevedad de los citados textos bíblicos. Hoy concluímos la octava de Navidad, y nos disponemos, en los próximos días, a meditar y contemplar la Infancia de Jesús, y los primeros pasos de nuestro Señor cuando fue bautizado por San Juan Bautista y comenzó su Ministerio público, después de ser tentado en el desierto de Judea en su retiro espiritual, pues nuestro Señor quería saber qué quería Dios de El, y qué había de hacer con su existencia terrenal.

En ambiente de oración y contemplación, celebramos hoy también la jornada mundial de oración por el establecimiento de la paz mundial. Ciertamente Dios nos creó libres, pero sólo escuchando, meditando y aplicando la Palabra de nuestro Padre celestial, podremos vivir intensamente la paz que tanto añoramos, esa paz anunciada por los ángeles la pasada Nochebuena, esa vivencia única que tanto deseamos y que hemos de expandir desde nuestro interior hacia el mundo que carece de tan magno don del cielo.

En esta ocasión también celebramos la circuncisión de Jesús, un rito religioso mediante el cual se le impuso al Hijo de Dios su nombre, Jesús, Salvador, o Dios salva, un nombre cuyo significado se ha convertido para nosotros en la realidad que nos ha colmado de felicidad y que nos ayuda a superar todas las dificultades que erróneamente creemos son adversas. Precisamente, San Pablo, en la segunda lectura que escuchamos hace unos minutos, nos anunció que somos hijos de nuestro Abba -Papaíto-, así pues, nuestra justificación del pecado no se debe a que jamás faltamos a la Misa dominical, sino al amor con que el Señor nos ama.

También conmemoramos en esta ocasión la Solemnidad de Santa María Madre de Dios y Madre nuestra. El ejemplo de esa mujer que vivió las dudas de José, el difícil viaje a Belén, el alumbramiento del Emmanuel en una cueva dedicada a guarecer el ganado por los pastores que adoraron al Mesías, la huída a Egipto, la pérdida del Niño Jesús en la celebración de la Pascua, nos ayuda a comprender que nos es necesario acudir a nuestro Padre y Dios para tener en nuestro interior esa paz de la que la Iglesia nos habla en la lectura del libro de los Números.


Nuestra Santa Madre y los hijos de la fe

3. Queridos hermanos y amigos que recibís este mensaje en vuestras comunidades de Liturgia y oración a través de Internet, hermanos y amigos que recibís este mensaje gracias a la lavor que realizan quienes imprimen este texto para que lo podáis leer quienes no disponéis de conexión a la red, es mi deseo continuar esta meditación transmitiéndoos a todos mi más efusiva felicitación, porque hoy empezamos a vivir un nuevo año de gracia y salvación. San Pablo nos dice en su segunda Epístola a los cristianos de la comunidad que nuestro Santo fundó en Corinto: "En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé. Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación" (2 Cor. 6, 2) La mayoría de nosotros hemos venido al Templo para ofrecerle las primicias de este año que hoy empezamos a vivir al Dios que nos ha apoyado en los momentos adversos de nuestra vida, y, quienes aún no han palpado la presencia de Dios en su vida, acrecientan, con la ayuda del Espíritu Santo, el deseo de que nuestro Santo Padre se manifieste en su ser. San Pablo nos acaba de decir que, este nuevo año que hoy empezamos a vivir, es para nosotros el tiempo aceptable de gracia y salvación que hemos de aprovechar para aprender la Ley de Dios, amar sus preceptos. Tenemos que vivir, amar, sentir y respirar a Dios en la parte más profunda de nuestro corazón y en el ambiente en que vivimos.

4. El inicio del nuevo año, significa para nosotros el fin de la octava de Navidad. Quienes sabemos que Dios no se vale de nuestras seguridades para santificarnos en nuestra vida ordinaria, no nos extrañamos al contemplar que, esa salvación que es nuestra felicidad, tiene nombre propio, y es tan cercana a nuestro dolor y nuestra alegría, que se deja abrazar y acariciar por sus hermanos más desvalidos. Quienes sufrís porque no podéis sostener vuestra relación matrimonial, abrazad con mucha ilusión y con gran ternura a ese Hijo que Dios ha engendrado en vuestros corazones, porque Jesucristo es, hermanos, el signo de la unidad, pues en su Persona se reconcilian con Dios y consigo quienes más se odian a sí mismos, porque no se perdonan sus deficiencias. Hemos vivido unos días de Navidad muy felices, pero, de la misma forma que la verdadera vivencia del Matrimonio empieza para los recién casados cuando estos disfrutan de la celebración de su enlace conyugal y del viaje de
novios, nosotros, hoy, tenemos que empezar a celebrar nuestra Navidad, pues esta fiesta no se dará por concluída mientras haya en el mundo una mujer sucumbiendo bajo los golpes de un hombre atormentado. La Navidad no puede terminar para nosotros hasta que no solucionemos los problemas de la soledad y el hambre a nivel mundial. La Navidad no se puede dar por concluída mientras que Internet sea un medio a través del cual se difunde la pedofilia...

5. Hace unos días le escribí una carta personal a una lectora y gran amiga mía de Méjico, y le dije una frase que me salió del alma: "Sácale partido a todo lo que tienes en las manos". También le dije a mi gran amiga que un ordenador en las manos de un niño pequeño es un juguete, pero esa herramienta en nuestras manos, es un instrumento muy importante para dar a conocer la Palabra de Dios en una sociedad en la que la fe se está convirtiendo en desconfianza no sólo con respecto a Dios, sino respecto de la fiabilidad que nos merecemos unos con respecto a otros. Hermanos, los bienes materiales no sirven para nada, lo útil es el uso que nosotros hacemos de esos regalos que nos ha concedido nuestro Santo Padre. Hoy es un gran día, el nuevo año nos trae la oportunidad de adolecernos menos de nuestros errores, y de abrirnos más a amarnos y producir frutos para beneficiarnos a nosotros y a nuestros prójimos. El Salmista nos dice: "Este es el día en el que actuó el Señor: Sea nuestra alegría y nuestro gozo" (Sal. 118, 24) Vamos a pedirle a nuestro Santo Padre que hoy sintamos que El nos ha infundido, a través de su Espíritu, la fe que necesitamos para sentir que, muy a pesar de nuestros errores y de nuestro dolor, hoy nacemos de nuevo para dar a luz todos los proyectos que se estancaron en nuestro pasado y que debemos llevar a cabo, debido a nuestros sentimientos no realistas como lo son, por ejemplo, la pereza y la aplicación excesiva de los mal enfocados sentimientos de culpabilidad.

5. Hoy no sólo celebramos la entrada del nuevo año civil. La Iglesia, en este día para unos luminoso y para otros un poquito gris, nos recuerda una realidad de un valor incalculable. Si nos gozamos al meditar sobre la Maternidad de María, una mujer como todas las hermanas que han acudido al Templo para celebrar la Eucaristía con respecto a Dios, nos asombramos aún más cuando pensamos que, esa Diosa, además de ser Madre de Dios y mujer del Espíritu Santo, es nuestra Madre. Durante el Adviento y los días que han transcurrido desde el inicio de la Navidad, hemos tenido la oportunidad de relacionarnos con nuestra Madre en multitud de ocasiones, así pues, creo que hoy debemos tener a María muy presente en nuestras oraciones, y a la hora de hacer obras de caridad con respecto a nosotros y a nuestros hermanos los hombres, para consagrárselas a nuestra Madre, pues ella se las ofrecerá a Dios, y nuestro Padre usará esos dones que le ofrecemos por intercesión de María Santísima, para aliviar el peso de nuestro dolor.

6. En este primer día del año, celebramos también la Presentación de nuestro Jesús en el Templo. Jesús fue presentado ante Dios, pues este hecho estaba prescrito en la Ley de Moisés, así pues, todos los matrimonios debían consagrarle a Yahvéh el primero de sus hijos varones. Jesús no necesitaba ser presentado ante Dios porque El mismo es Dios, y no puede ofrendarse a sí mismo, pero, siendo Hombre entre hombres, nuestro querido Hermano quiso ser en todos los aspectos de su vida semejante a nosotros. Esta celebración debería incitarnos a meditar con respecto a la forma en que cumplimos nuestros compromisos bautismales, para conmemorar el Bautismo de Jesús al finalizar el tiempo de Navidad, el día 7 del presente mes de enero. Consideremos que si Jesús siendo Dios quiso ofrendarse entre nosotros al Padre para darnos ejemplo respecto de la forma en que hemos de adorar a Dios, ¿cómo podremos nosotros dejar pasar la oportunidad de convertirnos a nuestro Señor?

7. Hoy también celebramos la Jornada Mundial de la Paz. Decir paz no consiste únicamente en clamar por la conclusión de los conflictos bélicos, pues esta realidad también está relacionada con un sentimiento que ha de henchir nuestros corazones de luz y felicidad.

8. Al iniciar un nuevo año, vamos a comprometernos a a hacer todo lo posible, para que la fe, la esperanza y la caridad, constituyan el fundamento de nuestra existencia. Digámosle a nuestro Señor que, más que una inmensa cantidad de bienes materiales, necesitamos constancia, alegría, fuerza y paciencia

para sobrevivir a las vicisitudes a las que tenemos que enfrentarnos. Si cualquier día hemos de circular por una carretera llena de nieve con nuestro vehículo y no disponemos de cadenas para conducir con mayor seguridad, no tendremos más remedio que conducir con gran cuidado y serenidad, para poder llegar a nuestro destino sin sucumbir ante el riesgo que podemos correr si nos acaece un grave accidente. Quizá, si no tenemos cadenas para emprender nuestro viaje por la citada carretera, podemos encontrar un camino alternativo, pero, al no encontrar ese camino, hay que seguir circulando con normalidad. A lo largo de
nuestra vida puede sucedernos que podemos evitar algunos problemas, pero seguramente todos tenemos dificultades ineludibles a las que tenemos que enfrentarnos para no quedarnos paralizados ante la inminencia de los posibles fracasos que pueden hacernos sufrir, o enseñarnos a abrir los ojos, haciéndonos ejercitar los dones y virtudes que hemos recibido del Espíritu Santo.

-En este año que ha comenzado hoy, vamos a cumplir nuestros sueños, impulsados por la fe que tenemos en nuestro Padre común. Dios siempre está dispuesto a escuchar nuestras oraciones, así pues, él es nuestro confidente, el amigo en quien podemos confiar plenamente porque, aunque nos reprenderá cuando transgredamos conscientemente el cumplimiento de su Ley, sabremos que no nos traicionará jamás, pues sus reprensiones siempre tendrán la finalidad de hacernos recorrer el camino de la salvación. Confiémosle a Dios nuestros problemas, los temores y las preocupaciones que hemos anidado en nuestra alma.

-Propongámonos conocer los motivos fundamentales de nuestra vida, nuestro origen, el fin con que hemos sido creados, qué nos sucederá cuando dejemos este mundo para encontrarnos con nuestro Padre común, y todos los acontecimientos relacionados con nuestros familiares, amigos, y, compañeros de trabajo.

Tengamos en cuenta que nuestros seres queridos no recordarán nunca lo que les dijimos o les hicimos en un determinado momento, pero jamás olvidarán cómo les hicimos sentir en el pasado, especialmente si les causamos heridas sabiendo que les íbamos a mortificar. Al conocer los motivos fundamentales de nuestra vida, por el deseo constante que tenemos de alcanzar la más alta cumbre de la felicidad, intentaremos satisfacer esos motivos, según el alcance real de nuestras posibilidades. Nuestra misión de personas cristianas consiste en curar heridas, sanar rencores, y hacer que ,los resentimientos confesados se tornen en sentimientos de amor, más allá de las confusiones o cualesquiera otras circunstancias que los originaron.

-Es muy importante que cuidemos nuestra salud física, porque, la misma, es la raíz de nuestra salud mental. Si no nos cuidamos, si no somos sanos, ¿cómo podremos crecer espiritualmente? Si no crecemos espiritualmente, ¿cómo podremos cumplir la voluntad de Dios, consistente en salvarnos a nosotros y a nuestros prójimos?

-Para que nuestra vida cristiana produzca frutos a través del ejercicio de los dones y virtudes que hemos recibido por obra y gracia del Espíritu Santo, es muy importante que nos concedamos el tiempo que necesitamos para descansar. Si no descansamos, nos percataremos de que nuestras actividades llevadas a cabo con la intención de producir frutos salvíficos, pueden convertirse en actos cansinos inducidos al fracaso por la carencia de la serenidad que todos necesitamos para evaluar los acontecimientos que atañen a nuestra vida y a nuestro medio social.

-Cuando tengamos un problema, intentaremos analizarlo con serenidad, buscando su causa original, intentando solventarlo, afrontándolo y confrontándolo.

Las mentes obstruidas por problemas difíciles de sobrellevar son incapaces de lograr todos sus propósitos si no vencen la animadversión a la que sobreviven.

-Vamos a aprender a esforzarnos para que, nuestro día a día y el curso de nuestra vida, transcurran según el plan que elaboremos para ello, inspirados por el fiel y constante cumplimiento de la voluntad de Dios.

-Aprenderemos a valorar nuestros dones y virtudes de una forma realista, intentando no restarnos el valor personal cuando fracasemos, y sin dejarnos arrastrar por nuestra imaginación, pues no debemos creer que somos sobrenaturales, ni que tenemos virtudes que nos hacen superiores a las personas que nos rodean.

-Tengamos una relación lo más positiva posible con nuestro entorno laboral y de ocio. A muchos no nos gusta el trabajo que realizamos, pero ello no significa que nos vamos a dejar invadir por el estrés y el agobio, pues sabemos que hemos nacido para luchar para alcanzar la felicidad que anhelamos, en conformidad con las posibilidades que tenemos de lograr nuestra ansiada meta.

-El buen humor nos ayudará a soportar nuestras enfermedades, y a sobrellevar los momentos de intensas preocupaciones, y los malos entendidos que probablemente nos surgirán con alguno de nuestros familiares, amigos, o compañeros de trabajo.

9. La mejor forma de comenzar el año 2007, consiste en que afrontemos nuestra vida de una forma muy positiva, para que quienes nos rodean sean contagiados por nuestros buenos sentimientos.

-Somos mejores de lo que pensamos. ¿De qué nos sirve el hecho de recriminarnos nuestros defectos? ¿Para qué nos sirve el hecho de considerarnos inútiles por causa de nuestros fracasos? ¡Los fracasos son excusas perfectas para comenzar de nuevo a luchar por lo que queremos al canzar de la misma forma que las aves Fénix surgen de sus cenizas¡.

-No temamos a los cambios personales. Aceptemos la vida como una sucesión de cambios. Si siempre tuviéramos la misma forma de ser no podríamos mejorar nuestra personalidad. Aceptemos los fracasos como posibilidades de alcanzar elevadas cumbres espirituales.

-Evitemos compadecernos de nosotros mismos. Quienes intentan hacer que sus prójimos sientan lástima por ellos se convierten en cargas insufribles, por lo que logran el efecto contrario a sus deseos, que consiste en que han de vivir aislados porque, el hecho de evitarlos, se convierte en la esquivación de dolores de cabeza estériles para quienes les conocen.

-Evitaremos el hecho de impresionar a nuestros prójimos con engaños. Todos somos lo que somos y como somos, a partir de este razonamiento, conformémonos tal como estamos, o, mejor aún, superémonos, no inventando cuentos para que la gente nos admire, pues la gente inteligente conoce a los cojos cuando les ven tumbados.

-No viviremos estancados en la vivencia de nuestros recuerdos del pasado independientemente de que los mismos sean buenos o adversos. No retrasaremos nuestra superación pensando que Dios o alguno de nuestros seres queridos nos solucionarán los problemas en el futuro evitando todas las ocasiones que nos impiden seguir avanzando en nuestro camino de perfección.

-Aceptemos y comprendamos a los demás sin provocar su rechazo. Obviamente todas las personas que nos rodean no pueden adaptarse a nuestros gustos, así pues, adaptémonos a quienes son próximos a nosotros, recordando que Dios nos ha llamado a vivir siendo pacificadores.

-Siempre seremos nosotros mismos, rechazando las posibilidades de ser una especie de imágenes de quienes admiramos. Nuestro ídolo favorito no será
un deportista, ni un cantante, ni un político, ni un líder religioso, sino el apasionante y desafiante cumplimiento de la voluntad de Dios. (Entiéndase que el cumplimiento de la voluntad de Dios es un desafío apasionante si lo vemos con ganas de vivir y un buen sentido del humor, que nos ayudará a soportar la adversidad).

-No viviremos estresados y agobiando a quienes amamos anticipando los problemas que tememos, pues muchos de ellos nos vendrán por sí mismos. ¿Imaginais lo que sufriría una madre al pensar en la adolescencia de su hijo al acabar de traerlo al mundo? ¿No se podría pensar que ese prematuro presagio de desgracias sería absurdo? Es justificable el hecho de que muchos adolescentes de carácter débil se sonrojen ante quienes les atraen físicamente, pero, los adultos, no podemos sufrir esa paralización de nuestra capacidad decisiva y expresiva.

-Aceptaremos lo que no podemos cambiar. No he podido evitar sonreír al pensar lo que sería de mi vida si no pudiera aceptar que soy ciego, e intentara disimular que mi visión no es perfecta.

-Vamos a conocer nuestros sentimientos. Antes de afrontar y confrontar nuestros problemas, examinaremos los sentimientos que se originan en nuestro corazón con respecto a los mismos, pues, sabiendo que los hechos que nos suceden sólo tienen la importancia que nosotros les atribuimos, podremos ver la luz, sin
caer en el pozo del agobio.

-Seremos honestos con nosotros. Podemos engañar a nuestros prójimos, pero no podemos mentirle a Dios, ni, por supuesto, podemos engañarnos a nosotros.

-Llorar nos conforta paz, serenidad y sosiego. No alberguemos en la cabeza la absurda idea de que los hombres no lloran, porque, los corazones de piedra que no expulsan sus sentimientos buenos y malos como sale el agua de las esponjas, se convierten en monumentos construidos para homenajear la absurda cerrazón y el estéril aislamiento.

-No permitiremos que la culpabilidad nos atormente jamás. Si nos hemos equivocado procuraremos corregir nuestros errores según las posibilidades que tengamos para ello, pero, la culpabilidad, más que un instrumento de tortura inútil, es un sentimiento que, bien utilizado, nos permite desandar caminos tortuosos, construir lo que destruimos en el pasado, y corregir nuestra vida desordenada.

-Se nos permite lamentarnos un poquito, pero no debemos exagerar nuestros problemas. Si exageramos nuestras preocupaciones nos aislaremos, procurando el efecto contrario a nuestra absurda pretensión de convertirnos en crucificados mentales de los que sus prójimos rehuyen porque saben que sus cruces no

existen.

-Aprenderemos lecciones positivas de los errores que cometimos en el pasado. El pecado no está enraizado en nuestra maldad siempre, así pues, muchos de nuestros fallos han sido originados por nuestro desconocimiento de Dios, nuestros prójimos y nosotros. Al aprender las lecciones positivas de nuestros

errores, los olvidaremos, para que no se conviertan en espadas que nos priven de ser felices.

-No somos responsables de todo lo malo que sucede en el mundo. Si Dios consiente que no seamos perfectísimamente perfectos, ¿será porque quiere que seamos santificados para aprender a valorar los bienes que nos está dando según nos va perfeccionando a través de nuestras vivencias buenas y adversas?

-Nuestras decepciones no alterarán nuestros planes.

-Las cosas malas nos suceden a todos, independientemente de que seamos buenos o malos. No quiero que nadie me vuelva a escribir diciéndome: "No sé por qué se me ha muerto mi familiar con lo bueno que era...". Los malos no llevan a cabo todas sus acciones inspirándolas en su maldad, y, por la existencia

de ellos, es conveniente que los buenos condimenten la receta de su inocencia con un poco de destreza para ponerle sal a su existencia.

-En nuestra vida tendrá más valor la evolución que la revolución. Imaginad lo que le sucedería a un ateo que, después de pasar toda su vida maldiciendo a Dios, se convirtiera en un acérrimo defensor de nuestras verdades. Si la conversión del mismo fuera lenta, sus conocidos le aceptarían, según la medida de su tolerancia y respeto.

-Cuando necesitemos ayuda, la pediremos. En esos momentos se verá si se ha grabado en nuestra mente que es tan importante dar como recibir.

-Cumpliremos nuestras obligaciones puntualmente. Al hacer esto, nuestros conocidos nos estimarán, a menos que no nos aprecien, y sientan animadversión contra nosotros.

-Víctor Hugo escribió: "El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad".

 
Fuente: autorescatolicos.org