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La Inmaculada
Concepción explicada por
San Alfonso-María de Ligori
Grande fue la
ruina que el pecado de Adán trajo a los seres humanos, pues al
perder la gracia o amistad con Dios se perdieron también
muchísimos bienes que con la gracia iban a venir, y en cambio
llegaron muchos males.
Pero quiso Dios hacer una excepción y librar de la mancha del
pecado original a la Santísima Virgen a la que Él había
destinado para ser madre del segundo Adán, Jesucristo, el cual
venía a reparar los daños que causó el primer Adán.
Veamos cómo convenía que Dios librara de la mancha del pecado
original a la Virgen María. El Padre como a su Hija preferida.
El Hijo como a su Madre Santísima, y el Espíritu Santo como a la
que había de ser Sagrario de la divinidad.
PUNTO I:
Convenía al Padre Celestial preservar de
toda mancha a María Santísima, porque Ella es su hija preferida.
Ella puede repetir lo que la Sagrada Escritura dice de la
Sabiduría: "yo he salido de la boca del Altísimo" (Ecl. 24, 3).
Ella fue la predestinada por los divinos decretos para ser la
madre del Redentor del mundo. No convenía de ninguna manera que
la Hija preferida del Padre Celestial fuera ni siquiera por muy
poco tiempo esclava de Satanás. San Dionisio de Alejandría dice
que nosotros mientras tuvimos la mancha del pecado original
éramos hijos de la muerte, pero que la Virgen María desde su
primer instante fue hija de la vida.
San Juan Damasceno afirma que la Virgen colaboró siendo
mediadora de paz entre Dios y nosotros y que en esto se asemeja
al Arca de Noé: en que los que en ella se refugian se salvan de
la catástrofe; aunque con una diferencia: que el Arca de Noé
solo libró de perecer a ocho personas, mientras que la Madre de
Dios libra a todos los que en Ella busquen refugio, aunque sean
miles de millones.
San Atanasio llama a María: "nueva Eva, y Madre de la vida", en
contraposición a la antigua Eva que nos trajo la muerte. San
Teófilo le dice: "Salve, tú que has alejado la tristeza que Eva
nos había dejado". San Basilio la llama "pacificadora entre Dios
y los seres humanos" y San Efrén la felicita como: "pacificadora
del mundo".
Pero el pacificador no debe ser enemigo del ofendido ni estar
complicado en el delito u ofensa que se le ha hecho. San
Gregorio dice que si para aplacar a un ofendido llamamos a uno
que es su enemigo, en vez de aplacarlo lo irritamos más. Siendo
que María iba a colaborar con Cristo a conseguir la paz entre
Dios y nosotros, no convenía que ella fuera una pecadora o
enemiga de Dios sino todo lo contrario: una mujer con el alma
totalmente libre de toda mancha de pecado.
Convenía que María no tuviera la mancha del pecado original
porque ella estaba destinada a llevar entre sus brazos al que
iba a pisar la cabeza del enemigo infernal, según la promesa que
Dios hizo en el Paraíso terrenal, cuando le dijo a la serpiente:
"Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre su descendencia y
la tuya, y la descendencia de Ella te pisará la cabeza" (Génesis
3). Si María iba a ser la mujer fuerte que traería al que iba a
aplastar la cabeza de Lucifer, convenía que Ella no estuviera ni
siquiera por poco tiempo manchada con el pecado con el cual
Lucifer manchó el alma de nuestros primeros padres. La que nos
iba a ayudar a librarnos de toda mancha de pecado convenía que
no tuviera ninguna mancha de pecado.
San Buenaventura dice: "Convenía que María que venía a librarnos
de la vergüenza de estar manchados con el pecado, lograra verse
libre de las derrotas que el demonio proporciona".
Pero la razón principal por la cual convenía que el Padre
Celestial librara a María de todo pecado es porque la tenía
destinada a ser Madre de su Santísimo Hijo. San Bernardino decía
que si no hubiera otros motivos bastaría este: que por el honor
de su Hijo que es Dios, al Padre Celestial le convenía librar a
María de toda mancha de pecado.
Santo Tomás enseña que lo que se consagra totalmente a Dios debe
ser santo y libre de toda mancha. ¿Y qué creatura humana ha sido
consagrada más perfectamente a Dios que la Virgen María? El rey
David decía que un templo no se destina para los seres humanos
solamente, sino sobretodo para Dios (1 Crónicas 29) y así
también el Creador que formó a la Santísima Virgen con un fin
principal: ser Madre de su Santísimo, seguramente adornó su alma
con los más bellos adornos, y entre todos, el mejor: el estar
libre de toda mancha de pecado, para que fuera digna morada
donde iba a vivir nueve meses el Salvador del mundo.
San Dionisio afirma: "Dios preparó a su Hijo la más santa y
bella morada en ese mundo: el alma de su Madre Santísima, libre
de toda mancha".
Y algo parecido dice la liturgia de la Iglesia cuando reza esta
oración: "Oh Dios Omnipotente que por medio de el Espíritu Santo
has preparado el cuerpo y el alma de María como digna morada de
tu Hijo, concédenos a los que la invocamos, vernos libres de
todo mal. Amén".
Gloria de los hijos es proceder de padres de intachable
conducta. El libro de los Proverbios dice: "La gloria de los
hijos son sus padres" (Prov. 17, 6). La gente llega a aceptar
que los demás digan que sus padres eran pobres o ignorantes,
pero lo que no desean de ninguna manera es que puedan afirmar
que sus padres no eran gente buena. ¿Y cómo nos pudiéramos
nosotros imaginar que Dios pudiendo hacer que su Hijo naciera de
una mujer libre de toda mancha de pecado, hubiera permitido que
Ella hubiera estado manchada por el pecado, y que Lucifer
pudiera afirmar que aunque fuera por poco tiempo, había logrado
esclavizar con el pecado a la Madre de Dios? No, esto nunca lo
iba a permitir el buen Dios.
Por eso la Iglesia griega en uno de sus himnos dice: "Por
especial Providencia hizo Dios que la Santísima Virgen desde el
principio de su vida fuera tan totalmente pura cuanto convenía a
su dignidad de Madre de Dios".
Los santos dicen que a ninguna otra creatura le concede Dios
alguna virtud o cualidad espiritual que no le haya dado antes a
la Madre de su Hijo. San Bernardo afirma: "Las cualidades o
virtudes que a otros santos da Dios, no se las negó a la Madre
del Redentor". Santo Tomás de Villanueva dice: "Esas cualidades
y virtudes y privilegios que Dios les ha concedido a otros
santos, ya antes los había regalado a la Santísima Virgen, y aún
mucho mayores". Y San Juan Damasceno se atreve a exclamar:
"Entre las virtudes de la Santísima Virgen y las de los santos
hay tanta diferencia como del cielo a la tierra", y Santo Tomás
explica que Ella es la Madre y los demás santos son simplemente
"siervos", y que se le acostumbra conceder más privilegios a la
Madre que a los siervos.
San Anselmo se pregunta: ¿Pudo Dios preservar a ciertos ángeles
de toda mancha de pecado, y no podía preservar a su propia
Madre? ¿Pudo Dios crear a Eva sin mancha de pecado y no iba a
poder crear el alma de María sin esa mancha? Y si pudo hacerlo y
le convenía hacerlo, ¿por qué no iba a hacerlo?
Y continúa el gran doctor San Anselmo: "Era verdaderamente justo
que a la Virgen a la cual tenía Dios reservada para ser Madre de
su Hijo, la adornara con tan gran pureza que no sólo aventajara
a los seres humanos y a los ángeles sino que también se pudiera
decir de Ella que en pureza sólo le gana Dios".
San Juan Damasceno exclama: "Dios vigilaba cerca de la Santísima
Virgen, para que fuera totalmente pura, porque Ella iba a
albergar por nueve meses al Salvador del mundo y lo iba a
acompañar en todos sus 33 años sobre la tierra. La que iba a
estar junto al más puro de todos los habitantes de la tierra,
debía ser también totalmente Inmaculada y libre de toda mancha
de pecado".
De María se pueden repetir las palabras del Cantar de los
Cantares: "Eres como un lirio entre espinas" (C. 2, 2). Todos
fuimos manchados y somos como espinas, y Ella como un lirio
blanquísimo, permaneció Inmaculada, sin mancha de pecado.
PUNTO II:
Convenía al Hijo de Dios preservar a su
Santísima Madre de toda mancha de pecado.
No se concede a los hijos poder escoger a su propia madre ni
elegir qué tan santa debe ser. Pero si ello se nos permitiera,
nosotros no iríamos a escoger por madre a quien no fuera bien
santa y bien amiga de Dios. ¿Y Jesús que fue el Único Hijo que
pudo escoger a su propia Madre y crearla según su parecer, no
iba a hacer que la que le diera su naturaleza humana y lo
acompañara cariñosamente durante toda su vida mortal fuera una
mujer extraordinariamente pura y totalmente libre de toda mancha
de pecado?
Cuando el Creador determinó que su Hijo naciera de una mujer,
escogió a la que más convenía a su Altísima dignidad, dice San
Bernardo. Y siendo conveniente que la Madre de un Redentor
Purísimo fuera Ella también totalmente pura, así la hizo Nuestro
Señor.
La Carta a los Hebreos dice: "Tal convenía que fuera nuestro
Pontífice: santo, inocente, sin mancha de pecado, apartado de
los pecadores" (Hebr. 7, 26). ¿Y la Madre de este Pontífice
Supremo no convenía que fuera también Santa, inocente, sin
mancha? ¿Y cómo se hubiera podido afirmar que Jesucristo estaba
"apartado delos pecadores" si hubiera tenido una Madre pecadora?
San Ambrosio enseña: "Jesucristo eligió a María por Madre, no en
la tierra, sino ya desde el cielo, y para morar en Ella y nacer
de Ella y vivir acompañado por Ella, la llenó totalmente de
santidad y de pureza". Y este santo se atreve a llamar a María
'Mansión Celestial', no porque Ella no fuera humana, sino porque
el Señor la adornó con cualidades celestiales para ser mansión
donde viviera el Hijo de Dios.
Santa Brígida dice que en una revelación oyó que María superaba
a los ángeles en santidad por estar destinada a traer al mundo
al Redentor.
Y la misma santa añade: "María fue concebida sin mancha del
pecado original, para que de Ella naciera el Hijo de Dios,
también sin mancha alguna. Jesús no quiso permitir que la Madre
de la cual iba a nacer, tuviera ni siquiera por breve tiempo, la
mancha del pecado en su alma.
Los santos dicen que Dios libró a la Virgen María de padecer la
podredumbre de un sepulcro, porque hubiera sido una deshonra
para Jesucristo que su Madre se pudriera en una tumba. Pues si
hubiera sido deshonroso para Jesucristo que su Madre sufriera la
podredumbre de un sepulcro, mucho más deshonroso hubiera sido
para Él que María hubiera tenido en su alma, aunque fuera por
poco tiempo, la podredumbre del pecado. Hubiera sido
verdaderamente deshonroso para Cristo encarnarse en una madre
manchada por el pecado, y esclava de los enemigos del alma.
María no sólo fue Madre, sino digna Madre del Redentor, como la
han llamado infinidad de santos. San Bernardo le dice: "Sólo tú
has sido digna de que el Rey Celestial te eligiera para Madre
suya". Santo Tomás de Villanueva afirma: "Si la escogió Dios
para madre de su Hijo, es porque estaba bien preparada para este
oficio sublime". La misma Iglesia Católica en una de sus
oraciones dice: "La Santísima Virgen, cuyas entrañas merecieron
llevar al Salvador del mundo". Y Santo Tomás de Aquino lo
explica así: "Decimos que Ella mereció llevar en sus entrañas al
Salvador del mundo, no porque Ella mereciera por sí misma la
Encarnación, sino porque recibió de Dios todo el grado de pureza
y de santidad, que eran convenientes para ser Madre del
Salvador". Y San Pedro Damián añade: "María recibió de Dios tal
grado de santidad que mereció el singular privilegio de ser la
única digna de ser elegida como Madre del Redentor".
Santo Tomás enseña que cuando Dios elige a una persona para un
oficio especial le concede las gracias y cualidades que necesita
para este oficio. Y deduce de esto que si escogió a María para
Madre del Redentor, seguramente le concedió a Ella todas las
gracias y cualidades que este sublime oficio exigía. Y es que el
ángel le dijo: "No temas María, que has hallado gracia delante
de Dios" (S. Lucas 1, 30). Si María hubiera tenido mancha de
pecado, no hubiera hallado esa gracia y simpatía delante de
Dios. Para Jesús habría sido un verdadero desdoro haber tenido
por madre a una mujer manchada de pecado.
San Agustín cuando habla de la Santísima Virgen dice: "aquí ni
siquiera me atrevo a nombrar el pecado, porque Ella por la
excelsa condición de estar destinada a ser Madre de Cristo,
tenía que estar libre de todo pecado. María que concibió y dio a
luz al que no tuvo la más mínima mancha de pecado, debía estar
ella también libre de esa mancha, y recibió gracias
especialísimas para vencer en todo el pecado" (De Nat y grat.
L.C. 36 Nº 42).
De todo esto teneos que concluir que el Hijo de Dios se escogió
por Madre a una mujer tan pura que nunca tuviera que
avergonzarse de estar manchada con pecado alguno.
San Proclo exclama: "Para Jesús nunca fue deshonroso que lo
llamaran el hijo de María. Pero sí le habría sido deshonroso que
los demonios le hubieran podido decir: 'Tu madre fue pecadora en
otro tiempo y esclava nuestra'".
Dios que es la Sabiduría misma supo fabricarse muy sabiamente en
la tierra a la que había de ser morada de su Hijo. Y si el
profeta anunció: "La sabiduría no morará con gusto en cuerpo
manchado por el pecado" (Sap. 1, 4) ¿cómo podríamos imaginar que
el Hijo de Dios, Sabiduría Infinita, hubiera escogido habitar en
su encarnación, a una mujer que no estuviera absolutamente libre
de toda mancha de pecado?
Un autor sagrado decía: Dios no encontró otro palacio más bello
ni más puro que la Virgen María, para que su Hijo Santísimo
viniera a habitar y nacer.
San Cirilo afirma: ¿Qué tal que uno construyera una hermosa
morada para sí mismo y después se la diera a un enemigo suyo
para que la habitara? ¿Y qué diríamos de Dios, que habiendo
formado a la Virgen Santísima para orada y nacimiento de su
Hijo, le dejara luego esa santa morada al pecado para que la
habitase?
Ningún hijo amó ni amará jamás a su propia madre con un amor tan
grande como el de Jesús a María. ¿Y podríamos decir que la amaba
verdaderamente si la dejaba esclava del pecado? ¿Si la honra
como ningún otro hijo ha honrado a la propia madre, podría
permitir que quedara deshonrada con la mancha del pecado?
Pregunta Gerson.
San Agustín dice que hay dos modos de redimir: uno, levantando a
quien ya cayó en pecado, y otro, evitando que la persona caiga
en pecado. Pues a María la redimió de este modo, superior al
otro: la libró de toda mancha de pecado, y de caer en pecado.
San Buenaventura en un sermón decía que el Espíritu Santo en vez
de tener que liberar después a María Santísima del pecado
original, la preservó de este pecado desde el momento mismo de
su Inmaculada Concepción.
Y el Cardenal Cussano dice algo muy parecido: "A María, la
gracia de Dios la preservó de toda mancha de pecado, mientras
que a las demás creaturas lo que hace la gracia es liberarlas de
las manchas del pecado que ya tienen. A Ella el Redentor la
preservó de mancharse el alma con el pecado, mientras que a los
demás el Redentor los libera de esa mancha de pecado cuando ya
la han contraído".
Hugo de San Víctor exclama: "El fruto declara qué tal es el
árbol que lo produjo. Si el fruto del vientre de la Virgen María
fue Jesús, el totalmente puro, el Inmaculado y Santísimo, así la
Madre que lo engendró debió ser totalmente pura, inmaculada y
santísima. Sólo María fue digna de ser Madre de tal Hijo, y sólo
Jesús fue digno de ser hijo de tal Madre".
San Ildefonso le dice: "porque eres perfecta y totalmente pura,
por eso fuiste elegida para ser Madre del Creador".
PUNTO III:
Convenía al Espíritu Santo que María fuera totalmente libre de
toda mancha de pecado.
Santo Tomás llama a María: "Sagrario del Espíritu Santo". Varios
santos la llaman "Templo del Espíritu Santo". Pues bien, el
Espíritu Santo estaría más contento y más satisfecho si el
Sagrario o el templo donde iba a habitar era totalmente libre de
toda mancha de pecado. Por eso Dios libró a María de toda mancha
pecaminosa.
En el Cantar de los Cantares se dice algo que le corresponde muy
bien a María Santísima: "Eres totalmente hermosa y en ti no hay
mancha alguna ni defecto" (Cant. 4, 7) y también: Tu eres como
un huerto cerrado a donde no han llegado los enemigos a hacer
mal, y eres como una fuente sellada que nadie ha podido
contaminar (Cant. 4, 12). San Bernardo dice que el Espíritu
Santo que es el autor principal de la Sagrada Biblia, afirmó
esto de la Santísima Virgen. Y en el Libro Sagrado sigue
diciendo: "Las jóvenes son muchas, pero una sola es mi paloma,
la perfectamente pura" (Cant. 6, 7).
Por eso el Ángel le dijo al saludarla "Salve, llena de gracia".
San Sofronio dice que a las demás creaturas les concede Dios
mucha gracia y bendición, pero que a María la llenó totalmente
de su gracia. Y si estaba llena de gracia de Dios no podía tener
mancha de pecado en su alma.
San Pedro Damián afirma: "La que Dios eligió para ser Madre de
su Hijo debía tener su alma totalmente llena del Espíritu
Santo". Y por lo tanto sin sitio para la mancha del pecado.
Los Santos afirman: "María estuvo siempre llena de luz
espiritual en el alma, y nunca tuvo tinieblas de pecado en su
espíritu". - "Dios que creó pura a la Madre carnal de los seres
humanos, también podía crear totalmente pura a María, la Madre
espiritual de todos los creyentes" - .
San Bernardino afirma: "No es aceptable que Jesús quisiera nacer
de una madre manchada por el pecado, pudiendo nacer de una madre
totalmente pura y santa".
Si el ángel le dice: "Has hallado gracia delante de Dios" puede
significar que en su alma no había ninguna mancha de pecado que
la hiciera antipática ante Nuestro Señor.
Ya en el año 1661 solamente entre los Padre Dominicos (que eran
los más reacios) se habían contabilizado 136 escritores de esa
Orden religiosa que proclamaban que María no tuvo ni la más
mínima mancha de pecado en su alma. Y las Universidades más
famosas de entonces: la de La Sorbona en París, las de Colonia y
Nápoles en Italia, las de Salamanca y Alcalá en España y la de
Maguncia en Alemania, declararon solemnemente estar totalmente
de acuerdo con la idea de que María Santísima fue preservada de
toda mancha de pecado. Si tan altos intelectuales lo han
proclamado, ¿por qué no proclamar esto mismo todos los fieles
sencillos de la Iglesia Católica?
La Iglesia Católica ha celebrado desde muy antiguo la fiesta de
la Inmaculada Concepción, en recuerdo de que María fue concebida
sin pecado original, y esta fiesta la han aprobado los Sumos
Pontífices y los obispos de todo el mundo.
La Iglesia celebra también el 8 de septiembre la fiesta del
nacimiento de la Virgen María. Santo Tomás enseña que la Iglesia
católica no acostumbra celebrar el nacimiento de sus santos,
pero que a María sí le celebra el nacimiento porque Ella fue
totalmente santa ya desde antes de nacer (Summa. T. 3, q. 27 a
1).
ORACIÓN: Inmaculada Madre Mía, me alegro contigo al verte
enriquecida con tanta pureza por parte de Dios y quiero dar
gracias al Creador por haberte preservado de toda mancha de
pecado, como lo creo firmemente. Y estoy siempre dispuesto a
defender la gran verdad de que has sido concebida sin mancha de
pecado original.
Quisiera que todo el mundo te admirara y te alabara, como la
Aurora que anuncia la llegada del Sol, que es Jesucristo; como
el Arca de la Nueva Alianza, que se salvó del naufragio de la
mancha del pecado original, como la Paloma sin mancha y
blanquísima, como el Huerto cerrado al cual no han logrado
llegar los enemigos del alma, como la Fuente Sellada que no ha
sido contaminada, como el blanco lirio que floreció entre las
espinas, pues en medio de tantas gentes manchadas con el pecado,
tu naciste y te conservaste siempre blanca, pura y completamente
amiga del Divino Creador.
Permíteme que te alabe con las palabras pronunciadas por el
mismo Dios: "Toda hermosa eres tú, y en ti no hay mancha
alguna". Oh amabilísima e Inmaculada María: tu que eres tan
bella ante los ojos de Dios, no dejes de mirar con compasión a
las asquerosas llagas de mi pobre alma. Mírame con compasión y
ayúdame a curarme de las llagas de mis pecados. Tú que eres un
imán que atrae los corazones, atráeme también a mí hacia tu
corazón maternal. Tú que desde el primer momento de la vida
apareciste tan completamente pura y tan agradable a Dios, ruega
por mi que no sólo nací con la mancha del pecado original sino
que durante toda mi vida he venido manchando mi alma con tantas
culpas y pecados. Dios que te eligió como Hija predilecta del
Padre, y Madre Santísima del Hijo y Sagrario del Espíritu Santo,
y por eso te libró de toda mancha de pecado y te demostró más
amor que a toda otra creatura, ¿qué favor o gracia que pidas
para nosotros te podrá negar? Virgen Inmaculada: ¡tienes que
ayudarme a salvarme! Por eso te digo con San Felipe Neri: haz
que yo siempre me acuerde de Ti, y Tú nunca te olvides de mi. Me
parece que faltaran mil años todavía para poder contemplar tu
hermoso rostro maternal en el cielo, para empezar a amarte y
alabarte en el Paraíso como a la más buena de las madres, mi
madrecita, mi Reina, mi gran benefactora, la más bella, la más
amable, la más pura, la siempre Inmaculada Virgen María. Amén.
Fuente: aciprensa.com
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