Maximiliano María Kolbe

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Nos hallamos ante un testigo y apóstol contemporáneo del misterio de María. Por otra parte, su ejemplo nos hace revivir una de las páginas más dramáticas de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945, y de la barbarie nazi en los campos de concentración. Enumeramos los principales pasos de su andadura terrena.

Nació en Zdunska Wola, ciudad próxima a Lodz, Polonia, el 8 de enero de 1894. Tras su entrada en la vida religiosa como franciscano conventual, cursó estudios en la Universidad Gregoriana de Roma. Vuelto a Polonia, inició su apostolado mariano con la publicación mensual "Ricerz Niepokalanej" –El Caballero de la Inmaculada–, que alcanzó el millón de ejemplares en 1938. Fundó la asociación denominada "Milicia de la Inmaculada", que se difundió por su patria y otras naciones. El 19 de septiembre de 1939 fue detenido por la Gestapo y fue deportado a Lansdorf, Alemania, y después al campo de concentración preventiva de Amtitz. Puesto en libertad, se ve nuevamente detenido en 1941. Encarcelado en Pawiak, Varsovia, es deportado posteriormente a Auschwitz, en Oswiecim. Aquí ofrece voluntariamente su vida en lugar de un padre de familia numerosa condenado a muerte. El 14 de agosto de 1941, después de serle suministrada una inyección letal, muere víctima de su caridad heroica. Su cuerpo fue incinerado.

Beatificado por Pablo VI, fue canonizado en 1982 por Juan Pablo II. El preso número 16670 de Auschwitz falleció en el bunker del hambre la víspera de la Asunción. Es llamado "el loco de la Inmaculada" por su extraordinaria devoción a nuestra Señora en este dulce y hondo misterio. Éste fue su ideal absorbente por el que trabajó, predicó, luchó, oró, escribió y sufrió: "Conquistar para la Inmaculada un alma tras otra, enarbolar su estandarte en las casas editoriales de los diarios y de la prensa periódica, en las agencias y antenas radiofónicas, en los centros docentes y cenáculos literarios, en las salas de cine, en los parlamentos y senados: en una palabra, en cualquier rincón de la tierra".

El padre Kolbe deseó marianizar el mundo entero. Su vida constituye una "revelación prolongada de María", ya que estuvo penetrado y transido por su presencia santificadora. Con acentos ardientes se dirige a la Inmaculada en bellísimas fórmulas de consagración. He aquí una: "Concédeme, Madre mía, vivir, trabajar, sufrir, consumarme y morir por Ti, solamente por Ti".